sábado, 5 de diciembre de 2009

GRACIAS MAXIMILIANO

LA PLATA RINDE TRIBUTO AL SALMON Por Maximiliano Curcio

Este Mundial Calamaro nació en el año 2002 y se hizo costumbre ininterrumpida hasta la fecha, una cita anual imperdible para celebrar y reconocer el talento de un grande. Homenajear su arte es rendirle tributo a Andrés Calamaro. Es un orgullo para Andrés y sus seguidores que cuatro de sus bandas tributo mas emblemáticas hayan decidido participar de este esperado evento. La pasión, el fanatismo, el respeto, la idolatría, el desinterés comercial, la admiración y la solidaridad confluyen para que San Andrés, Copas Rotas, Honestidad Brutal y Dulce Condena hagan realidad el sueño de miles de fans y conviertan a la ciudad de La Plata en anfitriona de un evento único. Estas bandas tributo son nada menos que la quintaesencia de la música de Andrés y por muchos motivos: llenan de fans los bares de la ciudad, mantienen vivo el espíritu del salmón, son testimonio de su mística y son una excusa para estar más cerca cuando Andrés no toca en vivo.

No debemos olvidar tampoco el primordial fin benéfico de este evento. A cada participante del Mundial solo se le pide su colaboración solidaria en cuanto a donar un alimento no perecedero y como la convocatoria es muy grande, seguramente será un éxito. La entrada no tiene un valor, la inscripción es gratuita y el fin solidario, con lo cual el evento toma una dimensión aun mas grande. Los alimentos serán destinados a los integrantes del centro comunitario en el barrio La Aceitera quienes con esfuerzo y voluntad en medio de un país donde a veces se hace difícil salir adelante, llevan a cabo una obra caritativa muy valiosa.

Es oportuno adentrarnos en la génesis de este evento: como nace, que motivaciones persigue y en definitiva, que lo convierte a lo largo de los años en un homenaje del que pocos artistas pueden sentirse orgullosos de tener, una prueba de gratitud, una muestra de fidelidad casi inigualable. Intentemos juntos, vos fan salmón y yo, descubrir un poco mas a Andrés y su carisma eterno…

La capacidad creativa de Andrés Calamaro nos permite bucear en sus canciones y encontrar miles de escenarios y latitudes diferentes. Desde su consagración solista con un manual de álbum pop como Alta Suciedad, pasando por las toxicas experiencias rockeras de Honestidad Brutal y El Salmón para llegar a la colaboración tanguera con Tinta Roja, al nervio flamenco de El Cantante o al espíritu candombe de La Lengua Popular. Desde Bachicha al Salmón pasando por el escándalo de la marihuana, Andrés es un sobreviviente de sus días más oscuros, un camaleón que navego contra la corriente en su propio infierno, ese que lo mantuvo alejado de los escenarios tantos años. Es un comandante que se abriga y vuelve luego de cada tormenta, y parece siempre acrecentar su mito un poco más. Dicen los entendidos que el arte se valora por su trascendencia en el tiempo, y dicen los nostálgicos que todo tiempo pasado fue mejor. Quizás Andrés haya llegado a la cumbre de su arte, quizás no. Lo cierto es que su permanencia nos hace cómplices de la trascendencia de este poeta popular del pueblo. Este Bob Dylan siglo XXI, este Mick Jagger versión argenta es un músico versátil, de naturaleza ecléctica, inteligencia inquieta y destino de leyenda de rock. El viejo Andrés; el de Los Abuelos, el de Los Rodríguez, y el nuevo Andrés; el post Regreso, el de los mega recitales. Todos en uno.

La música de Calamaro es idioma, es canción latente, es verso de síndromes urgentes, de folklore, de bandera, de letras con sentido y sensibilidad, de jugarse por algo, de decir lo que se piensa, de sufrir y de vivir al límite. Esa lengua que estuvo acallada 5 años, se sacó un poco su peso de encima y hoy esta mas viva que nunca y ese músculo sano todavía necesita acción. Allí asoma delante de un teclado, detrás de esos anteojos oscuros inconfundibles, personificado en miles que quieren ser como él. Hoy este Calamaro encuentra su mejor forma, su mejor calor y color vocal, recuerda sus letras mas profundas, en años de incontinencia creativa y de madurez estética. Su legado, sus pregones, el estallido de su obra, horas de grabaciones intensas, vigilia nocturna, excesos por doquier, construyendo su propia historia. Canciones que hablan de canciones, de mujeres perdidas, de palomas, de crímenes perfectos, del viento en las velas, de nunca miento siempre digo la verdad y la sangre en la arena y el camino del vicio y para no olvidar. A montones salen a la luz en un crudo pero necesario acto exhibicionista. Esa fue la constante de Andrés desde Alta Suciedad a nuestros días, su propia década infame.

Habría que buscar respuestas a preguntas que quedan en el aire. Ya pasaron más de dos décadas desde que un joven Calamaro con timidez se asomaba detrás de un teclado tocando para Miguel Abuelo. El almanaque cayó rotundo varias veces: atrás quedo el padrinazgo con Charly García, sus colaboraciones con Joaquín Sabina, su historia personal desnudada, su instinto musical puesto a prueba, sus idas y venidas, tapas de revista, años de encierro y luego, nuevamente, la exposición mediática y los mejores años del cantante. Andrés Calamaro fue, es y será un héroe amado o odiado en sus desmesuras compositivas, pero ignorado jamás. Este que nos empacha con su repertorio interminable y su dominio de la canción en todas sus etapas, este Andrés que se auto celebra (de egos se trata) y nos celebra (a sus fans) con una edición imperdible de Obras Incompletas, lujoso box set que combina lo más popular y lo mas profano de su derrotero musical solista.

La dirección del Salmón quizás no sea tan corta corriente como hace diez años el himno del disco homónimo rezaba a manera de mandato. El tiempo hoy, testigo casual, lo volvió a reencontrar, distinto pero casi igual. El Calamaro autentico sigue siendo rocker, ya dejo atrás sus abstinencias a la hora de componer. Hoy es padre, esposo y cantante que cuida su voz, artista renovado, se ha reconvertido a un showman único sobre los escenarios, que conserva frescura e inspiración. Un hombre cuya fertilidad compositora no deja de sorprender: ese que deja su sangre en las grabaciones, ese que vivió subido a los escenarios, el artesano de las canciones imposibles, el que se atreve a otros estilos y aun así llega al gran publico, el de experimentos instrumentales sublimes solo aptos para incondicionales fans. Ese que en su refugio íntimo de Camboya Profundo, fue tejiendo el pulso de su historia, fue coleccionando hitos que hoy millones cantan de memoria, fue cimentando la búsqueda de la canción perfecta y haciéndose incombustible al paso de los años. Andrés, el de siempre, el nuestro. Bienvenido al Mundial y gracias por tanto, ídolo.

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